Ganadores del concurso “Museo en 101 palabras”

GANADORES
Primer Lugar, Constanza Alfaro, Temuco. “Santuario de colores perdidos”
La niña, viajera de sueños, halló en una calle de Temuco un muro vestido de signos, umbral a un museo dormido en el alma del tiempo. Al entrar, la penumbra fue óleo y figuras de luz; un susurro del bosque rompió el silencio, y el aire llevaba perfume de historia. Lienzos trenzaban la tragedia y la resistencia de un pueblo; figuras de madera cantaban con grietas de siglos. Una flor latía entre colores, y un mapa temblaba de memorias. Allí, en el corazón oculto de su tierra, la niña bebió colores ancestrales jurando custodiar aquella herencia sagrada.
Segundo lugar, Aurora Guevara, “Sigo Vivo”
Avenida Alemania alberga un tesoro. Detrás del ruido y las luces, hay almas, entes del pasado que han sido recuperados, qué sin hablar, discursean por los pasillos de la casa Thiers. ¿De dónde vienen? nos preguntamos y en sus pequeñas cédulas, algo intentan develar: soy de Pitrén, de Marifilo, viví a la orilla de un fogón, acompañé a la machi en su ruego, corrí en el viento, descansé en la cordillera y me dormí en las profundidades del Colico, aunque parezco somnoliento, estoy aquí para contar mi pasado, sigo vivo en los brazos de la conciencia y la memoria.
Tercer Lugar, Alvaro Neira, “ Promesa”
Llueve afuera de nuestra futura casa. Aquí viviremos…Papá lo decidió cuando llegó el último hermanito. Y mamá no despertó jamás. Chimenea, balcón, muchas ventanas, una arboleda. Los seis hermanos tendremos habitaciones. Hay mucho espacio para picar leña y venderla al pueblo. Las amigas de Papá traerán el vino; no volveremos al chinchel húmedo de los domingos. Hay que irse… el rio subirá y ojalá mis hermanos entren los pollos. Yo en la carreta sobre la leña, Papá al barro.1924 dice el periódico que envuelve mi pan. Conozco los números. Cuando la casa esté lista volveremos. Papá lo prometió.
Mención honrosa Shiomara Bahamondez, Viña del mar. “Un wampo sin terminar”
Debería estar en casa, consolando a mi madre y a mi hermana pequeña, estrechando las manos de aquellos que me dan su pésame, en cambio estoy en medio del pasillo del museo mirando fijamente el wampo, y sin darme cuenta comienzo a llorar. Recuerdo la última vez que estuve aquí con mi padre y prometimos entre risas construir uno para que mi hermana navegara, pero eso nunca ocurrió. Estando aquí no puedo evitar recordarlo cuando me explicaba la historia de cada objeto, y lloro pensando en que ya no está aquí para guiarme.